martes, 16 de marzo de 2010

Índice de "La Montaña"



Después de una prolongada ausencia, les ofrezco en esta oportunidad, para su consulta, el índice de La Montaña: periódico socialista revolucionario, dirigido en 1897 por José Ingenieros y Leopoldo Lugones.
http://www.scribd.com/doc/28474183/Rubi-Montana-indice
Esta publicación, de marcado carácter político, se sostuvo durante doce números, es decir, 6 meses, ya que su periodicidad era quincenal.
Este índice fue elaborado a partir de la consulta del siguiente documento:

La Montaña : periódico socialista revolucionario, 1897 / redactores : José Ingenieros y Leopoldo Lugones.
– 2ª ed. – Bernal : Universidad Nacional de Quilmes, 1998. – 297 p. : il. – (La ideología argentina / dirigida por Oscar Terán).

ISBN 987-917302-3

Para aquellos que estén interesados en ahondar en el tema, les sugiero la lectura del capítulo: "Entre La Biblioteca y El Mercurio de América, La Montaña. Un episodio de política literaria." de la siguiente tesis doctoral, p. 137-147, que se cita a continuación:

El nacimiento de la literatura argentina en las revistas literarias : 1896-1913 [recurso electrónico] / Verónica Delgado. – La Plata : Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2006. – 630 p. – Tesis presentada para la obtención del grado de Doctora en Letras.

http://www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.233/te.233.pdf




viernes, 13 de noviembre de 2009

Los orígenes de la Biblioteca Pública de Buenos Aires

Si París bien vale una misa; la tesis doctoral del colega Alejandro Parada, cuyo título es el de esta entrada, merece una lectura concienzuda, una relectura gozosa y una reseña bibliográfica, como la que aquí vamos a intentar.
En primer lugar, es justo y sensato afirmar que su lectura debería ser obligatoria para los docentes que se quieran adentrar en los meandros de nuestros orígenes bibliotecarios. ¿Y porqué la recomendación a nuestros profesores? Simplemente, porque son ellos los responsables de aceitar en forma permanente la correa de transmisión del conocimiento. Porque el libro está llamado a servir de material de consulta por muchos años y a muchas generaciones de bibliotecarios. Porque tenemos bibliografía calificada sobre la historia del libro y de las bibliotecas con ilustres predecesores: Escolar, Rosarivo, Millares, Nep, etc., como también tenemos muchos historiadores que han reseñado acerca de los albores de nuestra patria, y nos han mostrado los dolores de parto que todo nacimiento, conlleva.
Pero A. Parada, ha tomado elementos de muchas disciplinas (bibliotecología, bibliografía, historia de la lectura, historia de los procesos socioculturales, etc.), y aporta información original, investigando en las fuentes primarias de nuestros abandonados archivos y repositorios documentales, cuyo fruto es una obra equilibrada, amena, y a la vez, erudita.
El primer impulso de los lectores de esta entrada, será pensar: "Rubí exagera..." Los invito a la lectura del libro, a aprehender el texto serena y objetivamente. ¿Queremos saber porque los bibliotecarios argentinos somos de esta manera? Pues miremos el embrión. En aquellos orígenes está el germen, pura potencialidad, de lo que somos hoy en día. Si intentáramos comparar aquella situación y ésta, 200 años después, nos aquejan problemas similares. Como muestra, el mal endémico que siempre se hace presente: la escasez de recursos. Eso no ha variado. Lo que se desprende de la lectura de "Los orígenes de la Biblioteca Pública..." es la voluntad de construcción que animaba a aquellos patriotas. La Primera Junta interpretó los reclamos de la sociedad en su demanda de instrucción, y contra viento y marea, creó esa primera biblioteca. Quizás su lectura sirva como disparador para pensar si a nosotros, en los comienzos del siglo XXI nos anima un espíritu de lucha similar al que tenían nuestros congéneres hace 2 siglos.
La propuesta de A. Parada está estructurada de lo general a lo particular; expone el contexto en el que se va a desarrollar la tesis, presenta un panorama de nuestra historia bibliotecaria, muestra cuales fueron los antecedentes de la biblioteca pública, analiza el funcionamiento de la biblioteca de F. Prieto y Pulido, se detiene en el Reglamento que redacta Chorroarín, como así también en el libro de "cargo y data" y en las "razones de gastos", cerrando su estudio con la valoración del breve ensayo escrito por Aguirre y Tejeda en 1812 sobre el fomento de la biblioteca pública. Cada capítulo está respaldado en una abundante y seleccionada bibliografía.
Como ya fue mencionado hay aportes del Dr. Parada que son completamente originales, pero es necesario destacar que no busca hacer borrón y cuenta nueva. Muy por el contrario, rescata y valora las contribuciones de todos aquellos que lo han precedido en el estudio de esta temática, y se muestra deudor de aquellas contribuciones. En un tono medido y seguro no sacraliza ni nombres ni documentos. Toma prudente distancia de los hechos. Las pasiones bibliotecológicas que lo animan están mas presentes en los detalles, en el paratexto, que en la redacción del cuerpo principal de su obra, que jamás pierde su norte. Cada afirmación tiene un sustento, encuentra su correlato documental. No hay ideas sueltas o deshilachadas, haciendo que el todo resulte armonioso, sólido y confiable.
Si una de las quejas más recurrentes que se escuchan entre los bibliotecarios de estos pagos, está relacionada con nuestra falta de investigación y producción documental; el libro de A. Parada viene a paliar, en parte, dicho déficit. En su caso, esta obra es un eslabón más, pero de ningún modo menor, de una larga cadena de libros y artículos relacionados con la historia de la lectura y la bibliografía de nuestros comienzos como Nación.
¿Nos hemos puesto a pensar porque razón los doctorados en Bibliotecología y Documentación pueden contarse con dedos de la mano? ¿No nos ha resonado, aún, ninguna voz de alerta sobre una situación tan anómala, por la escasez?

Los orígenes de la Biblioteca Pública de Buenos Aires : antecedentes, prácticas, gestión y pensamiento bibliotecario durante la Revolución de Mayo (1810-1826) / Alejandro E. Parada. -- Buenos Aires : UBA. FFyL. INIBI, 2009. -- 343 p. -- Prólogo : Las construcciones simbólicas en bibliotecología / Susana Romanos de Tiratel. -- Tesis Doctoral en Bibliotecología y Documentación - UBA. -- ISBN 978-987-1450-49-7

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Sobre los Reglamentos de las Bibliotecas

Me estaba solazando en la lectura -que recomiendo calurosamente- de la tesis de doctorado (UBA) del colega Alejandro Parada, publicada recientemente por el INIBI, bajo el título "Los orígenes de la Biblioteca Pública de Buenos Aires : antecedentes, prácticas, gestión y pensamiento bibliotecario durante la Revolución de Mayo (1810-1826)".
La nota a pie de página de la página 164, hace referencia al Reglamento de uso de la Librería Jesuítica de la ciudad de Córdoba del año 1757, que se transcribe más abajo.
El dato aportado por el Dr. Parada está plenamente corroborado en la p. 124 del Index Librorum Bibliothecae Colegii Maximi Cordubensis Societatis Iesu 1757, cuya edición crítica, filológica y biobibliográfica, estuvo a a cargo del Dr. Alfredo Fraschini, publicado en el año 2003, y que forma parte del Programa Nacional de Bibliografía Colonial de nuestra Biblioteca Nacional. Otro documento, a mi modesto entender, indispensable, para poder comprender nuestro pasado, y para tomar conciencia de la importancia del patrimonio documental que aún nos queda.
Este reglamento fue redactado en latín y sus destinatarios son los bibliotecarios, no los usuarios. Muchas de las indicaciones que figuran en el mismo -mutatis mutandi- podrían ser tomadas como base para la redacción de manuales de procedimiento para aplicar en nuestras bibliotecas. Menciono esto último, siendo plenamente conciente de la aversión que nos produce a los argentinos, el apego a las "normas", en general y en particular.
La versión al castellano citada en el libro de A. Parada fue tomada de: "Córdoba y las librerías de los jesuitas" de Juan B. Echenique, p. xviii-xix. En: Catálogo de la librería jesuítica. Córdoba : UNC, 1943.
Del texto que aparece en el Index (que es el que acompañamos en esta entrada), no figura el traductor, pero podría deducirse que es el propio A. Fraschini, ya que éste es especialista en la lengua de Virgilio. Resta aclarar que, ambas versiones, presentan diferencias mínimas.
Reglas del bibliotecario
1. Que la biblioteca tenga un índice de libros prohibidos para que (el bibliotecario) observe que por casualidad no haya alguno de los prohibidos entre ellos o de aquellos cuyo uso no debe ser común. 2. Que la biblioteca esté cerrada y él mismo tenga las llaves de ella y se las entregue a aquellos que deberán tenerlas con la supervisión del Superior. 3. Que todos los libros se coloquen en la biblioteca en un orden tal que haya un lugar determinado para cada uno de los temas, inscripto con su propio título. 4. Que cada uno de los libros sean señalados exteriormente con sus títulos para que puedan reconocerse fácilmente. 5. Que tenga un catálogo de todos los libros que están en la Casa en orden alfabético según los autores de distintos temas, distribuidos en distintas secciones. 6. En otro catálogo, divididos también los temas por secciones, sean inscriptos aquellos libros que fueron concedidos para uso de los Nuestros fuera de la biblioteca; los cuales se prestan con la obligación de devolverlos verdaderamente dentro de los ocho días, que se anoten en una tabla adherida a la pared para este uso: una vez devueltos los cuales, que se borren los que hayan sido escritos. 7. No entregará ningún libro de la biblioteca a nadie sin permiso especial o general de un superior. Y advierta que nadie se lleve un libro sin que él mismo lo sepa. 8. Que procure que la biblioteca esté bien limpia y arreglada, que la barra dos veces por semana y una vez sacuda el polvo de los libros. También debe cuidar que los libros no sean dañados por la humedad o por otro motivo. 9. Si se prestaran algunos libros acomocacos [sic] fuera de la Casa, que aplique su diligencia para que se recuperen en su momento, y entre tanto anotará en algún lugar cuáles libros son aquellos y a quiénes los entregó.

martes, 7 de julio de 2009

La Primera Feria del Libro, ¿cuál de ellas?

Por aquella freudiana cuestión de la asociación de ideas, la suspensión de la Feria del Libro Infantil de Bs. As., a raíz de la gripe porcina, en el actual invierno de 2009, me trajo a la mente el volver a revisar las menciones que, a la Feria del Libro, se hacen en el Boletín de la Sociedad de Estudios Bibliográficos Argentinos (SEBA). A lo largo de los 10 boletines editados por la SEBA hay 4 menciones a alguna Feria del Libro.

La primera referencia es un artículo titulado: "La Primera Feria del Libro Argentino [Año 1932]" que está publicado en el N° 1, p. 103-109. No hay referencia de autor, pero una nota al pié de página aclara que fue tomada de La Literatura Argentina, año IV, n°42, p. 171-172, feb. 1932. Esta Feria fue organizada por la Comunidad de Escritores "Corda Fratres" y se realizó en la Plaza del Congreso entre 20 de enero y el 5 de febrero de aquel año. Asistieron a la muestra editores del calibre de Cabaut, L. J. Rosso, Roldán, Samet y Glusberg. Contó con el claro apoyo del municipio porteño y atrajo enorme cantidad de público.

La segunda referencia es un breve artículo firmado por Luis R. Lacueva, que apareció en el Boletín N° 2 de la SEBA, bajo el título: "Recuerdos de la Feria del Libro en Buenos Aires, 1° de abril al 4 de mayo de 1943". Este evento fue organizado por la Cámara Argentina del Libro; funcionó en la Avda. 9 de Julio entre Cangallo y B. Mitre (pleno centro de la ciudad), y si bien, al principio iba a permanecer abierta 30 días, extendió su duración hasta el día 4 del mes siguiente. Fue editado un folleto de 53 páginas con el título "Primera Feria del Libro Argentino. Actos de inauguración y clausura" en el que están incluídos todos los discursos, tanto en la apertura como en el cierre, y en el que se destaca el pronunciado por el Dr. Ricardo Rojas.


Las dos últimas menciones también están referidas a esta Feria, y ambas están firmadas por el director del boletín, J. L. Trenti Rocamora. En el N° 6, p. 87, Trenti publica un detallado artículo intitulado La "Primera Feria del Libro Argentino", organizada por la Cámara Argentina del Libro, Buenos Aires - 1943. Trenti no ignora la Feria de 1932, e incluso hace referencia a una realizada en 1928, de la que nos ocuparemos a continuación. La palabra "Primera" no es un agregado del autor de la nota, sino parte del nombre que formalmente le dió la entidad organizadora; la cual consideraba a las anteriores (1928 y 1932), "muestras aisladas".

La referencia final figura en el N° 9 del boletín de la SEBA, p. 47-78. Es el índice completo del boletín de la Feria que se editó diariamente, mientras la muestra permaneció abierta. Este índice había sido anunciado al pié de la nota de Lacueva (N° 2, p. 92) para el boletín siguiente. Como vemos, tarde pero seguro, pasó del N° 3 al N° 9.

Para finalizar, algunas palabras sobre la "Primera Exposición Nacional del Libro. Teatro Cervantes, septiembre de 1928" fue promovida por el entonces Presidente de la República, Dr. Marcelo T. de Alvear. Este acontecimiento cultural tuvo un ensayo preliminar en Mar del Plata, a comienzo de 1928. Para la realización de dicha exposición se constituyó una Junta Ejecutiva presidida por Enrique Larreta. Participó de la muestra, en sus diferentes facetas, lo más granado de la intelectualidad vernácula.


La imagen que vemos más arriba corresponde a la tapa del libro "Máximas y pensamientos sobre el libro", editado por la Librería de García Santos, en conmemoración de esta exposición. La imagen que sigue, que también pertenece a este libro, exhibe la dedicatoria a la Primera Exposición Nacional del Libro.


Sólo resta señalar que según Guillermo Gasió en su libro: El más caro de los lujos. Primera Exposición Nacional del Libro. Teatro Cervantes, septiembre de 1928, editado por Teseo en 2008, una vez finalizada la muestra se constituyó la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), cuya primera comisión directiva se formó de la siguiente manera: Presidente: Leopoldo Lugones;
Vicepresidente: Horacio Quiroga; Secretario: Samuel Glusberg; Tesorero: Manuel Gálvez; Administrador: Rómulo Zabala.

lunes, 4 de mayo de 2009

Contra un bibliómano ignorante

Uno de los motivos más fuertes que nos impulsan a escribir esta bitácora es el rescate de aquellos escritos y/o autores que, de otro modo, quedarían relegados al olvido. La cultura occidental, globalizada, ha transformado casi todo en efímero, pasajero, uniforme y olvidable. Algunos nunca nos resignaremos a que esto sea, indefectiblemente, así.

El texto que compartimos hoy Contra un bibliómano ignorante pertenece a Luciano de Samosata (125-181) , escritor satírico y escéptico de origen sirio, que utilizó el griego en su escritura. Este breve ensayo lo leí hace 6 años en una página web: Portal del Libro, que ya no existe más.

Y cómo me parece, y creo que Uds. compartirán conmigo, hay en el tema del libro antiguo muchos charlatanes de feria que hablan, sólo porque Dios le dió ese don, y se pavonean de lo que saben y/o de lo que poseen (dime de que alardeas y te diré de que careces); Luciano, hace más de 1.800 años ya los ponía en vereda, y los desenmascara con sorna y agudeza.

De Wikipedia extraje la siguiente cita que pertenece a El pescador: "Odio a los impostores, pícaros, embusteros y soberbios y a toda la raza de los malvados, que son innumerables, como sabes... Pero conozco también a la perfección el arte contrario a éste, o sea, el que tiene por móvil el amor: amo la belleza, la verdad, la sencillez y cuanto merece ser amado. Sin embargo, hacia muy pocos debo poner en práctica tal arte, mientras que debo ejercer para con muchos el opuesto. Corro así el riesgo de ir olvidando uno por falta de ejercicio y de ir conociendo demasiado bien el otro."

Como podemos ver la impostura y la soberbia son dos males que han acompañado a los hombres en todas las épocas, con ropas diversas y variados camuflajes. Aunque los collares sean distintos, el perro sigue siendo el mismo.

A no bajar la guardia, y a disfrutar de un cálamo tan agudo.

sábado, 11 de abril de 2009

Dedicatorias

La adquisición de un libro viejo suele depararnos algunas sorpresas. Como por ejemplo, encontrar papeles amarillentos, recortes periódisticos, cartas, etc., adentro del ejemplar comprado. La entrada de hoy está íntimamente relacionada al regalo que acompañaba a uno de los últimos libros que compré. No recuerdo de que libro se trataba, pero el recorte de La Nación, que estaba plegado dentro del mismo es excelente, y me dió el pié suficiente para ocuparme del tema de esta entrada.
El artículo fue firmado por María Adela Luchetti de Fernández de Monjardín, docente y pedagoga que desarrolló su labor en los pagos de Luján; y fue publicado en el diario de los Mitre el domingo 2 de noviembre de 1975, pág. 4, sección 3a. y se tituló: "Un hombre olvidado. D. Santiago Arcos Arlegui".
Durante 1870 el coronel Lucio V. Mansilla estuvo con un grupo de soldados recorriendo el sur de la provincia de Córdoba y el norte de la provincia de La Pampa. El relato del viaje de Mansilla quedó plasmado en 66 cartas (a modo de folletín por entregas) que se comenzaron a publicar en La Tribuna (Año XVIII, no. 5876) a partir del viernes 20 de mayo de 1870. Dichas cartas con el título de: "Una excursión a los indios ranqueles" estaban dirigidas al amigo chileno, hombre de izquierda, aventurero, escritor y peregrino -Luchetti, dixit- Santiago Arcos.
Hasta aquí, todo es objetivamente claro. Sin embargo, siempre hay un pero que complica los acontecimientos.
El éxito de los artículos escritos por el gran novelista fue tan amplio que los amigos impulsan al autor a publicar las cartas en forma de libro. El libro está dedicado a Orión, seudónimo del director de La Tribuna (periódico donde se habían publicado las cartas), Héctor F. Varela. Esta primera edición fue impresa en Buenos Aires, en la Imprenta, Litografía y Fundición de Tipos, en la calle Belgrano 126. Es, en esta edición donde aparece el nombre de S. Arcos. En ediciones posteriores, ya no aparece más. Ni en la de Leipzig, editado por F. A. Brockhaus con noticia biográfica de Enrique Kitt, ni en la edición de 1890 a cargo de Daniel García Mansilla.
Hay que esperar hasta la edición de Alberto Palcos de Jackson, en 1944, en la colección Grandes Escritores Argentinos, para encontrar la mención explícita de la dedicatoria.
David Viñas, por su parte aborda el tema en una nota escrita en 2003 en el matutino Pagina 12, bajo el título Quince hipótesis sin orden cronológico El autor de Un Dios cotidiano afirma en dicho artículo que: "Una excursión no está dedicada a Santiago Arcos, quién, en realidad, funciona como destinatario retórico... Las únicas inscripciones categóricas del texto son, en la primera edición la dedicatoria a Héctor Varela posteriormente eludida..."
La hipótesis de Viñas no parece sostenerse ya que Santiago Arcos es un destinatario deliberadamente escogido, que tenía un conocimiento profundo de la problemática indígena. Como afirma Julio Caillet-Bois, también citado por Luchetti: "La dedicatoria de las cartas a Arcos no es sólo un recuerdo cordial: el amigo ausente que conocía el problema del indio y del desierto y años atrás había publicado un estudio titulado: "Cuestión de los Indios: las Fronteras y los Indios". (Bs. As., 1860)." Arcos era, por lo tanto, un interlocutor muy entendido en las cuestiones de las que tratan las cartas.
En el libro que nos ocupa las dedicatorias, a lo largo de las diversas ediciones, y salvo honrosas excepciones, se omitieron. Ni el destinatario de las cartas, ni a quién se le dedica la obra, son mencionados. El artículo escrito por María Adela L. de F. de Monjardín busca reponer la verdad histórica de este asunto.
Una última palabra acerca de Santiago Mariano del Carmen Arcos Arlegui, tal su nombre completo. Nació en Santiago de Chile en 1822 y murió, en Paris, en 1874. Hijo de una acomodada familia chilena; sus ideas políticas le valieron una vida de destierro y permanentes mudanzas. Benjamín Vicuña Mackenna lo llamó candoroso padre del comunismo moderno. Además de Mansilla, fue amigo de D. F. Sarmiento y B. Mitre. Las epístolas que les envió a ambos escritores argentinos pueden consultarse en la página web del Proyecto Sarmiento.
Corría el año 1874 cuando el escritor chileno se enteró que padecía un cáncer de lengua. Tomó la decisión de suicidarse, hecho que concretó arrojándose a las aguas del Sena.

viernes, 6 de marzo de 2009

Acisclo Cabot

Josefa Sabor en la 3ra. ed. de su Manual de Fuentes de Información (nota 12 de la pág. 204) dice: "Para la producción del año 1866 se publicó una pequeña y modestísima contribución bibliográfica: CABOT, ACISCLO, Bibliografía de 1866, Buenos Aires, Impr. Española, 1867, 16 p. Registra 143 libros y folletos y 38 periódicos, alternando las publicaciones oficiales con las de editoriales y las privadas. Sin orden alguno, ni alfabético, ni de materias, los asientos se limitan a consignar título y autor. En el caso de las tesis doctorales, ni siquiera indica el título."
Años más tarde, se ocupa de este autor, Horacio Zabala. Presenta, junto con Ariel Barrios una contribución a las V Jornadas Nacionales de Bibliografía (Mar del Plata: 12-14 de octubre de 2000), cuyo título es Acisclo Cabot. La bibliografia de 1866. En este artículo se contradice la opinión de Sabor, en cuanto a que la disposición de los asientos bibliográficos presentados por A. Cabot es anárquica. Zabala y Barrios afirman que los materiales están agrupados por la imprenta encargada de la publicación, y que contienen todos los datos necesarios para la identificación del documento.
Zabala retoma el tema cuando en 2003 dió a conocer su Resumen histórico de la bibliografía argentina. En ambos artículos se afirma que no hay datos biográficos del autor, pero arriesga, y con razón -después, vamos a ver porqué- que A. Cabot posiblemente debió haber sido empleado de alguna biblioteca. Funda su suposición en una detallada lectura de la bibliografía, encontrando en la misma algunos indicios que lo llevan a esa hipótesis.
Hace unos días haciendo una búsqueda en internet me topé con el Registro Oficial (de la Provincia de Buenos Aires) del siglo XIX. En el mismo, con fecha 29 de marzo de 1852, y con la firma del Gobernador Vicente López y Planes y de su hijo y Ministro de Instrucción Pública, Vicente Fidel López, bajo el asiento 2085 puede leerse textualmente el siguiente texto:
"Atendiendo á las razones que espone el director de la Biblioteca, y teniendo en consideracion la propuesta que hace, el Gobierno ha acordado: que sean subrogados los actuales ayudantes de la Biblioteca por D. Acisclo J. Cabot y D. Benjamin Araoz; cesando este en el empleo de auxiliar del Ministerio de Instrucción Pública."
El perspicaz Zabala había tenido razón una vez más. La única sombra de duda que se cierne es que, en el registro de Zabala el segundo nombre de Cabot tiene como inicial la letra M., mientras que en el decreto bonaerense, la inicial del segundo nombre es J.
La distancia de 14 años entre el nombramiento en 1852 y la compilación de la bibliografía en 1866, no parecería indicar que se este hablando de dos personas distintas, sino de una sola persona que, una década y media después de trajinar las estanterías de la biblioteca, puede ofrecer una obra bibliográfica de calidad y que al día de hoy, no ha perdido ni vigencia ni actualidad.